Armas para matar


 

Ayer participé en un panel con la diputada Nilda Garré y el ex legislador José Cruz Campagnoli. El tema fue la inseguridad y las fuerzas de seguridad, los peligros y el uso del miedo. La cultura del punitivismo y la preparación de las fuerzas de seguridad para prevención o para represión.

Al día siguiente apareció la ministra de Seguridad, Patricia Bullrich, muy suelta de cuerpo, en defensa de la doctrina Chocobar: «Argentina es un país libre. El que quiera estar armado que ande armado».

Lo que dijo es gravísimo en todo sentido. Lo que dijo no sólo alienta a eludir las leyes y las normas (porque está prohibido y penalizado portar armas sin permiso, incluso la tenencia de armas de fuego debe ser habilitada). Lo que dijo no solo habilita a armar a los sectores más violentos de la población, sino que sostiene la cultura de matar para defender los bienes. Recuerdo una de las primeras notas que escribí en Página/12 sobre un padre que al haber escuchado ruidos en el techo de su casa, tomó un arma y disparó contra una sombra que andaba por el techo. Mató a su hijo, que había olvidado las llaves. El castigo que se impuso a ese hombre no va por el lado de la pérdida de libertad.

Ese hombre jamás va a ser libre, quedó prisionero de sí mismo, de su culpa. La barbaridad que soltó Bullrich alienta a esto, alienta a la paranoia colectiva, alienta a que los pibes entren armados a las escuelas a dirimir pleitos, alienta a los vecinos a discutir y matarse, alienta a las peleas callejeras con armas. Alienta a la violencia en el país, que estará controlado por policías legitimados para matar por la espalda, cuando a su juicio hay peligro para sí o para terceros. El caso Chocobar es la mejor demostración de cómo la arenga de Bullrich actúa en la cabeza de un hombre armado legalmente y enseñado a valorar la propiedad por sobre la vida. El joven asesinado por la espalda por Chocobar no ofrecía peligro en ese momento, corría de espaldas en sentido contrario y el cuchillo lo había guardado en el bolsillo trasero. No había peligro, lo mató porque a su juicio había que matarlo.

Ahora arengó y legitimó a la población civil a imitar, a tomar la justicia por mano propia, que no es justicia. Ahora los violentos tomarán su arma y decidirán a su juicio si hay que disparar o no.

Hay muchas notas escritas de casos semejantes. Traigo a cuento otra, una crónica, que cubrí en Remedios de Escalada. Un panadero que tiró a matar a un ladrón y mató a una vecina. Lo que quiero decir en esta nota es que hay una parte de la población que está sujeta a acciones de violencia, robos, y que lo que surge es defender con armas esos bienes. Es muy difícil desalentar esa cultura. Es altamente demencial. La arenga de Bullrich la alienta.

Apelar a la borrachera que pudiese haber tenido la ministra al decirlo es desviar el problema. La liviandad con que lo dijo no habla de ella misma sino de ella como un títere. Porque a la nueva economía que se impone ahora le hace falta sostenerse con miedo, con represión, con violencia. La ministra es un títere.

El modelo de Estados Unidos entra a pasos agigantados por la puerta grande y por las ventanas. Bullrich es la persona encargada nada más que de levantar la tranquera. Pocos se animaron a tanto. Pocos se animaron a tener a un títere sin cabeza.

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